miércoles, 13 de abril de 2011

Ararinha


Ayer fui a ver Rio con Dante y me gustó mucho. Cada vez más las películas para niños muestran aspectos de la realidad que aquejan a muchos, en este caso la pobreza en las favelas de Brasil. La escena en la que Fernando dice que no tiene papá ni mamá y está solo y sube a un techo de calaminas a sentarse a mirar la ciudad me partió el corazón. No quiero spoilearles el final así que no lean lo que sigue, si no les importa (como a mí) pueden seguir leyendo. Al final se queda con Linda y Tulio y todo es felicidad, ojalá así fuera el destino de todos o la mayoría de niños huérfanos del mundo. Además, como siempre, estas películas para niños suelen tener soundtracks muy bonitos. Recordemos a Aladino con A whole New World o Lion King II con Can you feel the love tonight. Ésta película trae su buena dosis de samba, alguna clase de hip hop/rap/reggaeton y esta canción que es hermosa y quiero compratir con ustedes. Me encantó, ¡voy escuchándola como diez veces!

Probablemente el post más corto de todo el blog, qué importa. Aprovecho la ocasión para anunciar que si no tienen planes para Semana Santa (que no falta nada, ¡es la próxima semana!) una buena opción es ir a construir con Un Techo Para Mi País. Es una experiencia genial.

lunes, 11 de abril de 2011

Elecciones Presidenciales 2011



Yo sé que todo el mundo va a escribir sobre esto, que probablemente ya escribieron y que probablemente seguirán escribiendo hasta que termine el año, pero eso no me detiene porque tengo algo que decir y no tengo a quién. Por favor entiendan que no soy una eminencia en política o sociología, es más, ¡puedo ser una completa ignorante! Sin embargo, a raíz de los hechos recientes me gustaría publicar un pequeño comentario.

Éstas elecciones me han hecho darme cuenta que estamos cagados. No porque Humala tenga un treintaiuno o treintaidos por ciento, no porque tengamos que escoger en segunda vuelta "entre el sida o el cáncer" sino porque nuestro país está fragmentado en partes enormemente distanciadas que no pueden llegar a un acuerdo. Y cuando no llegan a un acuerdo, se molestan y se insultan. No es por nada pero a mí no me encanta la idea de tener a Humala o a Keiko de presidentes, yo hubiera estado contenta con PPK o con Toledo, para qué. Ahora, ni PPK ni Toledo salieron. Podemos echarle la culpa a que el mudo no renunció, a la campaña de Toledo del "voto seguro", a que Humala esté primero en la cédula, o, como dicen muchos de los cibernautas, porque "hay mucha gente estúpida que vota". Pero debemos saber que esa no es la verdad.

La verdad es, una vez más, que el país está enormemente fragmentado y distanciado y que Lima no es el Perú y que San Isidro no es Lima. He leído tantos pero tantos comentarios que dicen: "¿Qué tienen los votantes de Humala en la cabeza?". Pues la verdad es que ustedes se lo preguntan, mis queridos amigos de Facebook, porque no viven en la misma realidad que estos votantes. Y mientras fue pasando el furor de insultos hacia todo el mundo empezó a surgir una frase que tiene mucha razón: "En estas elecciones no ganaron los ignorantes, ganaron los ignorados". ¿Ignorados por quién? Por un gobierno que no pudo o tal vez no supo cómo llevarles aunque sea un poquito del desarrollo que va creciendo cada vez más durante los años. Por una Lima que es incapaz de comprender sus quejas, de ponerse en sus zapatos, de mostrar simpatía hacia ellos. Por personas como alguien que tengo en Facebook que escribió en su status desde su Blackberry apenas salió el flash: "¡Serranos de mierda!". Ignorados más de lo que nosotros, sentados en nuestras camas y leyendo en una laptop, podríamos comprender. Y tal vez, al mismo tiempo, no sean tan ignorados porque hay personas que sí piensan en ellos, que intentan ayudar aunque sea enviando ropa y víveres cuando hay friaje, que trabajan en proyectos de inclusión, que abogan por sus derechos frente a empresas transnacionales inmensas que podrían explotarlos. Pero eso no es suficiente porque es tanta la pobreza y es tanto el hambre y es tanta la violencia, la delicuencia, el frío, yo no sé, que hay gritos de apoyo que se pierden y no les llegan. Entonces aparece un candidato que les dice que abogará por ellos, que pondrá mano dura para que no los vuelvan a explotar, que les hará llegar ese desarrollo que crece sin que ellos lo noten, un candidato que no se parece en nada a esas personas que los ignoran y parecen discriminarlos. 

Obviamente votarán por él, como dijo alguien en Facebook: "de nada importa la libertad si es que no tienes comida". Y, ¿qué saben ellos de la libertad de expresión? ¿De la dictadura de Chávez? ¿De Fidel Catro? ¿Quién se ha tomado el tiempo de enseñarles sobre la revolución Rusa? ¿Sobre Lenin o Stalin? ¿Sobre Marx? ¿Quién se ha tomado el tiempo de enseñarles a leer, a escribir? ¿Quién les hace llegar los libros para que lean? Como dice una amiga en Facebook: "Cuando no tienes nada que perder, te arriesgas al cambio". Y el cambio viene en formas muy diversas, ya lo hemos visto en Sendero, ahora lo vemos en Humala. A algunos les parece una desgracia, no es afín con nuestros ideales de crecimiento, mostró un despliegue mediocre en el debate, parece ser un títere de Chávez. Pero hay que comprender que hay mucha gente en el Perú que no tiene una computadora para leer su plan de gobierno y no tiene una televisión para ver el debate. Y luego tenemos a Keiko Fujimori, cuyo apellido nos recuerda un autogolpe de Estado, la disolución del congreso, atentados contra los derechos humanos, los Vladivideos y una fuga del país con mucho oro. Eso fue lo que afectó a Lima, pero ¿qué hizo Fujimori para todo el Perú? Probablemente el favor más grande para las poblaciones campesinas del centro del país, confrontar directamente el terrorismo y capturar a su líder. Fujimori se presenta como un salvador, un héroe que a pesar de encontrarse responsable de aberraciones contra los derechos humanos "hizo lo que tenía que hacer" para liberarlos del terror y las masacres. Ellos no sufrieron un par de bombas aquí y allá, ellos fueron abusados por ambos bandos y fue Fujimori quien lideró el final de su sufrimiento.

Hay muchas cosas que no entendemos y hay que comprender que somos ignorantes en el tema. No podemos pretender que entendemos su vida, que sabemos lo que se siente vivir en poblaciones marginadas. No lo sabemos y lo mínimo que podemos hacer es simpatizar con ellos y aceptar su decisión al votar. No podemos trazar márgenes en el derecho de voto ni pretender crear una democracia elitista. Ésta es la democracia que tenemos y éste es el país que hemos construido. Hacer marchas o golpes de estado contra Keiko o Humala en pro de la democracia no tiene sentido porque la democracia ya ha hablado y lo que venga después es lo que el país ha elegido. No voy a mentir, me cago de miedo de tener que vivir como mis tíos en Venezuela y pongo en duda la capacidad de Keiko de controlar al grupo fuji-montesinista pero no nos queda otra que aceptar que el Perú no es sólo San Isidro y que todos han desplegado su derecho a votar. Insultar a los votantes, promover la discriminación y aceptar la intolerancia sólo nos encierra más en la burbuja en la que hemos crecido. Es verdad, he participado en alguna broma por ahí, en alguna ironía, pero jamás se me hubiera ocurrido saltar a insultar a los votantes de Humala porque está en mi deber, y en el de todos, el respetar la elección de los demás. Lo mejor que se puede hacer en estos momentos de incertidumbre es sentarnos y pensar qué es lo que reflejan éstas elecciones de la realidad del país y qué podemos hacer nosotros por contribuir al cambio que se necesita.

La foto la tomé yo en Cusco.

viernes, 8 de abril de 2011

Carta a Carbón II




Hoy te fui a visitar a la casa de Dante, un poco obligada por las circunstancias, la verdad, pero me tomé un ratito para visitar el lugar dónde te enterramos. No pude evitar llorar un poco, por supuesto. Recordar que en un momento fuiste una criaturita activa y curiosa y pensar que ahora te estás pudriendo en una caja de zapatos enterrada en el jardín de mi enamorado. 

Siento que todo a cambiado. Ha pasado una semana y casi tres días desde que moriste y la casa ya no parece la misma. Ya no es necesario el cerrar las puertas de la cocina o de los cuartos para que no te metas detrás de la refrigeradora o mastiques los cables. Se acabó el ritual de todas las mañanas y de todas las noches de meterte en tu jaula y abrirte la puerta para que salgas. Me parece doloroso ver la sala porque tú siempre estabas ahí, corriendo, y ese era nuestro punto de encuentro, ahí te iba a buscar siempre. Cuando llego de la universidad ya no me voy directamente a buscarte, aunque mi primer instinto lo es muchas veces. Había toda una estructura creada a tu alrededor que se desmoronó de pronto y ahora tengo que volver a ordenarla. Pero no quiero. Te quiero de vuelta.

Al principio no quería limpiar tu jaula o desarmarla. No quería sacar la bolsa de viruta que estaba guardada en el clóset. No quería sacar el sulfa, Bismutol y Gatorade de mi tocador. Pero lloraba al verlos y me encontraba en esta enorme disyuntiva: intentar preservar lo que quedaba de ti o aceptar el cambio e ir con él. Ambos dolían, pero, ¿cuál podría dolerme más? No es sano renunciar al cambio cuando éste te hace daño así que presionada por Dante acepté desmontar todo lo que monté por ti. Empecé limpiando la jaula, que estaba exactamente cómo la dejaste tú al morir en ella. Desarmé la reja que debía impedirte cruzar al jardín pero que no lo pudo hacer. Recogí todo lo que dejaste al pasar por mi vida, lo metí en una caja y lo puse sobre tu jaula. Todo eso sigue ahí, en la terracita del jardín y cada vez que lo veo duele, pero no sé qué hacer con esas cosas. Así he estado hasta hoy que eliminé lo último que me quedaba: un link guardado en mis favoritos de un blog sobre cómo cuidarte. No sirvió para nada porque ahora estás muerto, y no sirve tenerlo ahí ahora que ya no estás.

A veces me torturo, te recuerdo corriendo por la sala, te imagino escondiéndote entre las plantas, espero que aparezcas corriendo por el pasillo. Es mi tortura y es mi castigo por no haberte cuidado bien. Es mi pena porque moriste y yo te esperé tanto y estuviste conmigo tan poco y ahora no me curo de la pena y no quiero a nadie más. No quiero escribir, tampoco, de nada que no seas tú. Porque me parece que es tanta la pena que cargan estas dos cartas para ti que pasar a un texto gracioso debería ser considerado insano. Aunque también es insano atormentarse.

Me curo de a pocos, ya no lloro tanto como la semana pasada y mis pensamientos no están tan disipados. Hago lo posible por mantenerme tranquila como me dice Dante, por no estar triste y no sufrir. Te juro que lo intento pero a veces simplemente parece que me lo merezco por descuidarte. En verdad lo lamento. Me hubiera gustado que disfrutaras por más tiempo de ser parte de nuestra familia. Es que eras una pieza clave. Eras quien sacaba a flote todos esos sentimientos tiernos que todos guardamos. Acá todos parecemos secos y fríos, pero todos te querían y te engreían. Eras lo que nos unía y ahora no sé qué haré. Ya no importa, eventualmente la pena pasará y aprenderé a vivir en ésta casa que de pronto parece una casa completamente nueva. Una vez más, gracias por todo lo que dejaste al pasar por nuestra casa y siento no haberte cuidado como te lo merecías.