lunes, 17 de septiembre de 2012

Espero



Sé quien eres, sigue sonriendo. Yo te espero, como siempre.

Espero a que arregles tus papeles,
a que ordenes tus recuerdos
en los estantes de tu mente.

Espero a que decidas tus indecisiones,
a que encuentres tus razones
entre lo que quieren los demás.

Espero a que te atrevas a hablarme,
a que te parches las inseguridades
con lo mucho que te adoro.

Espero a que te encuentres,
a que me encuentres
siempre esperándote.


Espero a que te canses de hacerme esperar.
La imagen es de aquí.

miércoles, 12 de septiembre de 2012

Sobre la alfombra



Me encontró echado sobre la alfombra de un cuarto oscuro. Me miró desde arriba y me ofreció una sonrisa enorme, su pelo cayendo sobre mi cara.
- Já, ¿qué haces ahí?

Se echó a mi lado, nuestras cabezas juntas y nuestros cuerpos en direcciones opuestas.  Encajábamos como piezas de un rompecabezas.

A pesar de su sonrisa constante, yo sabía lo que en realidad pasaba por su cabeza. No me gustaba sentirla tan angustiada.

Nos mantuvimos un rato en silencio escrutando las sombras en el techo, perdiéndonos en palabras que no sabíamos si decir o no. 

La miré de reojo, ella miraba al techo completamente seria, perdida en las mismas ilusiones y nostalgias de siempre. Y yo, deseando que sus ilusiones fueran mías.
- ¿No te cansas?

Volteó a mirarme confundida, frunciendo el ceño.
- ¿No me canso? ¿De qué?

- De perseguirlo.

Sonrió, casi rió. Sus ojos brillaron, casi se inundaron.
- ¿A él? Creo que eso es lo peor de todo, ¿no? Que, aunque quiera, no me canso de perseguirlo ni de buscarlo. Ojalá lo hiciera.

Lo pensé, o creo que lo dije, ya no sé.
- Ojalá fuera a mí.

Y la besé.


Se me ocurrió y la imagen no tiene nada qué ver, pero no encontré otra.
El título es pésimo, también.
La imagen es de aquí.

lunes, 10 de septiembre de 2012

Comunicados



Prendo la computadora.
Yo le escribo y, a veces,
él también me escribe.

Nos sentamos frente a frente.
Yo le hablo y, a veces,
él también me habla.

Nos mantenemos comunicados
de cierta manera
y no sé por qué.

No sé por qué tiene que ser así.

Yo lo amo y, a veces, 
me gusta pensar que él me ama.

La foto es de aquí.

miércoles, 5 de septiembre de 2012

Conviviendo



Quiero escribir sobre lo que sentí el fin de semana pasado. Son tantos sentimientos encontrados, tantas pasiones revividas, tantos sueños redibujados.

Quiero explicar con palabras las amistades que gané. Explicar la complicidad con mis cos, el trabajo en equipo. Quiero explicar las risas hasta quedarnos sin aliento por cosas que no tendrían sentido para nadie más. Explicar las amistades que se reafirmaron entre lágrimas, las que se reafirmaron entre risas, las que nacieron de la convivencia, las que descubrí entre el trabajo.

En especial, quiero explicar esa pasión que vuelve a nacer, esa pasión que, tal vez, quedó un poco lavada por los años y el uso o por el desánimo en general en el que me movía, pero que renace con fuerza y nuevos significados. Es la pasión por nuestro sueño, que no es un sueño sino una meta. Es la pasión por este compromiso que tomé hace tres años de unirme a Techo y hacer lo que esté en mis manos para llegar a los asentamientos, conocer a las familias que viven ahí e intentar en lo posible dar algo de mí que les sirva para salir de esa situación tan indignante como lo es la pobreza.

Yo no esperaba esto, no me había dado cuenta que la pasión por el trabajo en el asentamiento había declinado. Tal vez fue porque, en realidad, todas mis pasiones, sueños y metas habían declinado los últimos meses (excepto el de la escritura, claramente). Tal vez fue porque me acostumbré a esta realidad, a verla siempre, y la lucha contra su injusticia se convirtió en un deber permanente y latente que había perdido la capacidad de sorprenderme o indignarme de sobremanera. La pobreza se había convertido en un enemigo monótono y me había acostumbrado hasta cierto punto a sus historias y a su injusticia y a sus problemas. La pobreza no me traía nada nuevo, no me despertaba más sentimientos fuertes. En realidad nada lo hacía, y eso es terrible.

Sin embargo, y sin querer, la construcción de la semana pasada cambió eso. No solo por las risas y por los amigos y los chistes y el chonguito que siempre hay, esta construcción me dio la chispa que volvería a encender esa pasión que permanecía en brasas en mí. En esta construcción conocí familias maravillosas, personas maravillosas que me inspiraron no solo en esta lucha, sino en la lucha constante de mi día a día. 

Personas como Luz, que apenas conociéndome me dejó entrar a su casa, me atendió con amor y me permitió conocer su historia, una historia llena de problemas que pudo superar con valentía y decisión, sin perder la chispa, la sonrisa sincera ni la esperanza en las personas. Entonces yo, con el mundo hecho una maraña por tonterías, me sentí conmovida hasta lo más hondo del alma, me sentí tan chiquita en un mundo tan injusto. Sentí de nuevo toda la injusticia de la sociedad, de la pobreza, del desarrollo desigual en nuestro país. Y, más que todo, sentí que si Luz podía ser una persona tan amable, tierna y maravillosa después de todo lo que había pasado, ¿por qué yo no podía contra toda la maraña de tonterías que me perforaban el alma? 

Otra familia que me marcó muchísimo fue la familia de Jessica. Sinceramente, nos pasamos de conchudos. Nos llevó la cocina al colegio, la regresamos al día siguiente e invadimos su casa para cocinar. La pobre soportó nuestras locuras y tonterías todo el día, se rió de nuestros intentos por ayudar que en realidad estorbaban, ¡sin ella, los chicos hubieran comido cualquier cosa durante la descarga! Y, sin embargo, durante todo ese tiempo se portó como una madre, acompañándonos, ayudándonos, enseñándonos, inspirándonos. Y así durante todo el fin de semana nos acogió con cariño en los almuerzos en su casa, nos dejó pasar con ella su cumpleaños y cantarle Happy birthday con keke de la panadería y velitas del mercado, nos dejó pasar tiempo con sus hijos maravillosos... Que hablando de ellos, Pepe es tan inteligente y tan despierto, y Ana Claudia es tan dulce y educada. Estos niños nos dejaron pensando en las capacidades y habilidades que se pierden en los asentamientos por falta de recursos. Si tan solo pudiéramos darle a estos chicos una educación que potencie todas sus capacidades y los deje desarrollar todas sus habilidades, ellos llegarían lejísimos, posiblemente más lejos de lo que yo algún día llegaré. Y de la misma manera me pregunto: ¿Cuántas otras habilidades estaremos perdiendo en un mar de pobreza que limita a las personas?

Más familias y personas como Antonio, humilde y callado, pero con la mirada más cariñosa y amable; Yenni, tan linda, dulce y por siempre emocionada por todo; Jaime con su sonrisa cómplice con esos locos que chongueaban en su casa; Benita con su esfuerzo y entrega por su familia... Y así con muchas otras familias, no solo con las que construimos, sino también con las que nos saludaban cuando pasábamos caminando, las que nos sonreían, las que nos agradecían por sus vecinos, hasta las que se reían porque le tenía miedo a los perros... Todas son inspiradoras, todas forman parte de lo que fue esta construcción, esta escuela. Todas contribuyeron a que reviva en mí con toda la fuerza la pasión por esta meta: una sociedad justa para todos y sin pobreza.

Hoy, contándole a una buena amiga de la universidad sobre Luz con toda la emoción que me nace al recordar todo esto, ella me dijo: "Ahí es cuando ves que le puede tocar a cualquiera...". Es eso, es precisamente eso. Conocer a personas tan hermosas, tan fuertes, tan amables, con tanto amor, que tengan que vivir en una situación tan indignante, no es justo. Y que a pesar de todos los problemas y tropiezos en su vida sigan adelante con toda la fuerza, manteniendo la esperanza en las personas y en la vida. Son inspiradoras, en verdad que lo son, y ahora pienso en todo lo que aprendo de ellas y en cuánto me ayudan a crecer, a superarme, todas las esperanzas que me dan en la gente, todas las ganas que me dan para enfrentar lo que me pasa, el cambio de dirección que le dan a mi vida... No creo, como muchos creen, que nosotros vamos a los asentamientos a ayudarlos como héroes, creo que ellos son los héroes que me ayudan a mantener mi vida en camino y a flote.

Otra parte importantísima de esta escuela han sido los voluntarios. No solo el staff que son mis amigos y han sido mi apoyo en el loquerío que fue la intendencia, sino los voluntarios entregados, obedientes, serviciales, que el sábado me sorprendieron y conmovieron con su compromiso con sus familias. Sinceramente, al realizar la actividad de la presentación de los dibujos que hicieron con sus familias, yo esperé que los chicos hablaran de cosas graciosas que habían pasado en sus cuadrillas, anécdotas de chistes con sus familias, caídas o golpes o chongos entre ellos. Lo que expusieron me sorprendió, nunca había visto algo así. Cuadrilla por cuadrilla, voluntario por voluntario, hablaron de las historias de sus familias, lo mucho que los habían llegado a conocer en tan poco tiempo, lo mucho que se preocupaban por ellos, lo orgullosos que se sentían de sus familias, lo indignados que se sentían por su situación. Cada voluntario tenía algo qué decir, todos sentían toda la situación de sus familias con tanta fuerza. Todos habían comprendido nuestra meta, nuestro sueño, y lo compartían. Todos habían adoptado ese compromiso enorme de acabar con la pobreza como suyo y ese compromiso casi palpable en el ambiente me emocionó hasta las lágrimas. Entonces nos abrazamos todos y yo lloraba de la felicidad y de la emoción que no había sentido hacía tanto tiempo, esa felicidad y emoción que habían quedado dormidos y pisoteados hace meses y que renacieron con la energía y la indignación de los voluntarios. Y con ellos revivió mi meta, mi sueño y mi pasión por este voluntariado que me cambió la vida.

Tal vez para muchos esto sean solo palabras que suenan bonito pero que no significan más, pero yo sé que para mi escuela, para los que estuvimos ahí y atentos, esto es enorme. Son 70 personas unidas en un compromiso que tal vez se nos desborde de las manos, pero que juntos y con esfuerzo sabemos que podemos lograrlo. Son personas que nunca habían pisado un asentamiento humano y que después de cuatro días llevan la pasión del cambio y la seguridad de que lograremos un futuro más justo. Es un solo sentimiento, un solo sueño, un solo compromiso, sembrado por personas que hasta hace poco tiempo ni sabíamos que existían, pero que ahora nos han cambiado la vida. Es un sentimiento enorme, y la gratitud que tengo por los que me llevaron hasta esta escuela y esta experiencia también es enorme.

Como le dije a mi jefe de escuela después de la actividad: "Nadie externo a nuestra escuela va a entender lo que vivimos ahora, es demasiado profundo, y es perfecto que se quede así. Este compromiso es nuestro. Hace mucho tiempo que no me sentía tan feliz."

Gracias a todos, voluntarios, staff y familias; por darme estos recuerdos y por revivir la pasión hacia esta meta.

Definitivamente me expreso mejor escribiendo. ¡Qué hermosos días!
La foto la tomó Diego "Calato" Herrera, la escuela Convivir.