jueves, 28 de noviembre de 2013

Adiós



Adiós a jugar en la cocina, a que me cargues en tu espalda, a que me lleves a mi cuarto y me sientes en mi cama para que te cuente qué hice hoy.
Adiós a correr a buscarte, a recogerte del trabajo, a esperarte leyendo libros de poesía.
Adiós a Cuzco, a Santa María, a casi Puerto Rico, al salar de Uyuni y a encontrarnos en Disney, en París.
Adiós a tus indecisiones, a mis recelos, a los resentimientos que nunca supimos manejar.
Adiós a tenerte dormido a mi lado, a la compañía mientras estudiaba, a las despedidas de madrugada.
Adiós a que engordes conmigo, que hagas dieta sin mí, al KFC y las tortas y el ron.
Adiós a tus ojos de perrito, a mi sonrisa eterna, a tu mano en mi mano, a tu frente en mi hombro.
Adiós a ti conmigo, a mí sin ti, a tu madre y a tu abuela que siempre me adoraron.
Adiós a tres años hermosos, tortuosos, eternos.

Adiós a mí, a Lele, a Laura, al pedazo de alma que te llevas y que siempre me faltará.
Adiós a ti, precioso, único, verdadera muestra que aprendí a amar.

Ni todos los adioses del mundo serían suficientes para despedirme de ti.


La imagen es de aquí.

martes, 12 de noviembre de 2013

Un hoyo vacío



Ay, Laura, te encuentras de nuevo en el mismo lugar. En el mismo hoyo vacío y confuso al que sueles regresar cuando las cosas no salen bien, cuando la gente no te quiere como tú los quieres.

Regresas al mismo hoyo y te escondes de todo y de todos, temerosa de que algo más te deje abandonada. Sientes que no podrías soportar más despedidas. Y aun así sigues buscando atisbos de esperanza y luz que te dan fuerzas para salir de ese hoyo oscuro; pero, cuando estás a punto de salir, te das cuenta que todo era imaginación tuya. Que las esperanzas eran vanas y la luz era falsa y te lo imaginaste todo solo para que el mundo sea un poco más soportable, un poco menos pesado. Al final debes despedirte de nuevo cada vez.

Es que para la gente como tú la gravedad es más fuerte, el aire pesa más y todo te jala hacia el hoyo de nuevo. Y sabes que al final no importa si obtienes lo que quieres porque terminarás en el mismo hueco vacío de nuevo, porque en realidad nunca saliste de ahí, porque lo más alejada que has estado de él es mirar por fuera del borde el mundo exterior, pero siempre con la mente metida en la oscuridad. La verdad, Laura, es que vives en esa oscuridad, es parte de ti y jamás podrás zafarte. Estás hecha de vacío y de angustia hasta la última fibra de tu cuerpo y, aunque no quieras, siempre te verás inmersa en ese hoyo oscuro. De repente es por eso que todo siempre termina tan mal, por eso es que la gente no te quiere y por eso siempre te sientes fuera de lugar.

La gente hecha de vacío y angustia está destinada a vivir sola, Laura. Toda compañía es eventual y distanciada. A nadie le gusta vivir con oscuridad en su vida. No importa cuánto amor entregues, ni cuanto busques a la gente; la oscuridad siempre los espantará.

Ya es hora que comprendas que la vida es más cruel que lo que es justa y que una persona hecha de angustia jamás podrá obtener lo que en verdad quiere: no ser más angustia.


Han sido malos días. De lágrimas y sábanas frías.
La imagen es de aquí.

domingo, 10 de noviembre de 2013

Madre

Mi madre me encontró acurrucada en la cama mirando la pantalla sin verla, con los ojos hinchados y respirando lentamente.
-¿Por qué estás acurrucada así? ¿Tienes frío?
Negué con la cabeza. Sentía el llanto regresar. Se acercó a la cama y me miró desde arriba, con pena.
-¿Fuiste a hablar con él?
Asentí con la cabeza. Definitivamente el llanto regresaba. Se sentó en la cama y miró hacia el techo, calculando sus palabras para no hacerme más daño.
-Si son cosas que no se pueden cambiar... Bueno, no se puede hacer nada, no sufras. Pero yo creo que ustedes los jóvenes tienen la palabra "terminar" en la punta de la lengua y la usan para cualquier cosa que pase. Al final, si se quieren y quieren estar juntos van a seguir regresando el uno al otro y seguirá pasando lo mismo. 
Me miró con muchísima pena porque ese siempre había sido mi gran error: sentir mucho. De alguna manera, si hubiera sido fuerte e insensible, yo hubiera sido mejor y más balanceada. Pero siempre fui un manojo de lágrimas y nervios, y mi madre jamás supo bien qué hacer conmigo.

Me preguntó si iba a cenar y se fue a su cuarto. El mundo se redujo a mi pequeño departamento en Miraflores y a las palabras sabias de mi madre.