lunes, 19 de agosto de 2013

Alimentando inseguridades



Las inseguridades se alimentan todos los días, o por lo menos cada día de por medio. Se alimentan casi solas: acechando en la oscuridad, en la esquina de tu ojo, en tu punto ciego al caminar. Se alimentan de pequeñas cosas, prefiriendo lo que más te duele.

Las inseguridades se alimentan de fotos, cuando esa chica luce mucho mejor vestida de azul que tú. Comen nudos en la garganta y toman lágrimas de frustración cuando no puedes hacer bien las cosas. Se alimentan de esos sentimientos que te invaden antes de entrar a la ducha y te miras al espejo, cuando tu pelo nunca luce bien y te sobra más carne de la que quisieras. Se alimentan del sentimiento de desesperanza cuando, por fin, te rindes y dejas de intentar. Se alimentan de esa vez que te dejaron plantado, de cuando hiciste que tu equipo perdiera, de esa vez en la que te cambiaron por otra persona mejor que tú.

Así las inseguridades crecen, día a día. Se vuelven criaturas agresivas que te jalan hacia atrás cuando intentas hacer algo nuevo. Crecen para convertirse en sombras que tapan todas tus virtudes y que minimizan todos tus logros. Te convencen que lo que está mal está peor, que nunca serás suficiente, que te mereces toda la pena del mundo. 

Y te susurran cada vez que pasas frente al espejo: "Solo mírate, das vergüenza". Cada vez con más fuerza mientras más se alimentan.


Blogger es una mierda y no me deja subir foto.