sábado, 8 de febrero de 2014

Resaca



Iba manejando por Miraflores, el sol había sido desplazado por una neblina suave y helada que barría las calles. A lo lejos, reconocí una figura que caminaba cabizbaja con el celular en una mano y la otra metida en el bolsillo del pantalón. Lo hubiera reconocido en cualquier momento, en cualquier lugar. 

Se me ocurrió poner las luces de emergencia, detenerme, ofrecer una sonrisa y decir: "¡Hola! ¿Te jalo a algún lado?". No podía hacer eso. Ya no. Eso estaba totalmente fuera de lugar. Era un gesto amable que podía caerme como una bomba directo al alma, que podía destruirme hasta lo más profundo. ¿No verlo por meses y hacer eso? ¡Debía estar loca!

Seguí manejando. Entonces, me dio miedo pasar a su lado y que reconozca mi auto azul y me vea llorar por el espejo retrovisor y se sienta mal porque no paré a ofrecerle que lo jale a algún lado o porque lloro cuando lo veo caminando en la calle. Me dio miedo que piense que lo estaba siguiendo, que estaba pasando a su lado adrede porque lo acosaba día y noche porque nunca lo podría superar. Ya era muy tarde para cambiar de camino, me acercaba a pasar por su lado rápidamente y no había nada que pudiera hacer al respecto.

Entonces, me asaltó el miedo más profundo de todos, el miedo que me paralizó y me hirió más. Me dio miedo que no reconozca mi auto azul, que no me reconozca por el espejo retrovisor, que no se sienta mal porque lloro cuando lo veo por la calle. Me dio miedo que me haya olvidado por completo y de verdad.

No pude evitar que las nubes en los ojos empiecen a llover, ni que se tuerza el nudo en la garganta, ni que mi cerebro se acalambre y duela y regresen todos los recuerdos que pensaba que dejé ir.

Supongo que así se siente una resaca del alma, cuando todo lo que amaste por fin te choca y te hiere. No me quedó más que manejar de vuelta a casa.


La imagen es de aquí.

2 comentarios:

M. dijo...

qué fuerte

Anónimo dijo...

Fuerte! Me he sentido así varias veces ahora sé como lo puedo llamar.