miércoles, 2 de marzo de 2016

Ser mujer

Soy mujer porque me concibieron un óvulo y un espermatozoide con cromosomas X, porque mis hormonas generaron un útero y unos ovarios y mi cuerpo se desarrolló con todas las características del sexo femenino.

Soy mujer porque así lo decidieron cuando nací con vagina en vez de pene y testículos, y me pusieron vestidos y aretes y me vistieron de rosado. Y no me molestó; en cambio, me sentí identificada y cómoda.

Soy mujer y mientras crecía, me regalaban muñecas, Barbies, juegos de cocina, joyas de plástico, peluches tiernos y todo, siempre, rosado. Y no me molestó, me gustaba jugar con eso.

Soy mujer y jugaba con los carritos y los bloques de lego de mi hermano porque no me regalaban propios. Pero tuve suerte, porque igual estudié como todos mis hermanos y jugué en el jardín y trepé árboles y visité la playa y leí infinitos libros.

Soy mujer y por eso mi abuela me decía que tenía que aprender a cocinar para poder atender a mi futuro marido. Me reclamaba porque no me peinaba y usaba siempre jeans y zapatillas. Me decía que me tenía que peinar y maquillar para que luzca "como una señorita, porque ahora parecía un niñito".

Soy mujer y por eso me han repetido infinitamente que debo dejar de comerme las uñas porque a ningún hombre le gustan las chicas con manos feas y por eso me voy a quedar sola para siempre. Pero sé que me lo dicen porque soy mujer, porque mis hermanos hombres también se han comido las uñas toda la vida y nunca han oído esa condena caer sobre ellos, esa condena que dice: "te vas a quedar solo y nadie te va a querer por tener manos feas".

Soy mujer y cuando le dije a mi madre que había menstruado por primera vez, me respondió muy seria: "Ahora tienes que tener mucho cuidado porque si te violan, vas a quedar embarazada". Sé que me lo dijo porque soy mujer, porque tomamos casi por sentado que, si eres mujer, te van a violar. Y en especial si eres mujer y no tienes cuidado, si no sigues las reglas, si sales de casa, si andas sola, si tomas alcohol, si vuelves tarde, si tomas taxis, si vistes faldas, si usas tacos, si no estás con un hombre. Soy mujer y a las mujeres las violan.

Soy mujer y cuando mi primer enamorado me dijo que deje de decir tantas lisuras porque se veía mal que una señorita hable así, pensé que había algo mal conmigo. Cuando me dijo que cambie mi manera de vestir, de hablar, de comportarme, que deje de ver a mis amigos, que esté en cierto lugar a cierta hora para esperarlo... solo asentí e hice lo que me dijo. Porque soy mujer y las mujeres obedecen, porque cuando nos piden que cambiemos, cambiamos. Soy mujer y, cuando terminé con él porque ya no podía soportar esa relación de control, me dijo que era injusta, que era mala y me odió.

Soy mujer y tengo la mala suerte de vivir en una sociedad que piensa que, si no sigo sus reglas, merezco un castigo. El castigo es diverso: comentarios incómodos, estereotipos ridículos, que me sigan por la calle, que vulneren mi espacio personal, que me toquen sin mi consentimiento. El problema son las reglas. Sus reglas son ilógicas, asfixiantes, imposibles, carcelarias. Si no soy femenina, merezco quedarme sola, merezco que nadie me quiera. Si salgo de mi casa y uso falda y salgo sola, está justificado que me violen y me toquen e invadan mi espacio personal, porque me lo merezco. Si soy mujer, merezco que me griten y me sigan desconocidos en la calle, susurrándome al oído cosas que no quiero escuchar, comentando sobre mi cuerpo y lo que harían con él. Soy mujer y parece que soy un objeto esperando ser utilizado, un recipiente vacío sin capacidad de decidir lo que le pasa.

Soy mujer y entiendo que tengo suerte por beneficiarme de un número de privilegios a los que no todas tenemos acceso. Tengo suerte de haber nacido en una casa en Lima, en una familia que me pagó los estudios en un buen colegio y en una buena universidad y que me permitió ser libre y salir y leer y viajar y aprender. Tengo el privilegio de clase, de raza, de educación, de nivel socioeconómico, de no tener una discapacidad, de hablar español como lengua materna en el Perú. Soy mujer y tengo privilegios y tengo suerte de tenerlos, pero soy mujer y a veces eso incluso no es suficiente para estar a salvo.

Soy mujer y, sin embargo, no corrí la suerte de Lucía, que fue golpeada por su esposo tantas veces y de manera tan salvaje que tuvo que correr por su vida y esconderse en la pobreza de la ladera de un cerro. Soy mujer y no soy Lucía que, años después de escapar, tiene migrañas y dolores que persisten y no puede curar, producto de una violencia que no buscó.

Soy mujer, pero no fui atacada a los ocho años como Gabriela cuando el hijo del vecino forzó la puerta de su casa para intentar violarla en el piso de la sala. Soy mujer, pero no tuve que preguntarme a los ocho años de edad si todavía era virgen después de que un hombre me tocara, obligada. No tuve que preguntarme qué habría sido de mí si los vecinos no escuchaban mis gritos y corrían a mi auxilio.

Soy mujer y no soy Carmen, que es maltratada y abusada permanentemente por su esposo y no puede huir con sus cinco hijos porque siempre está esperando uno más y, de todas maneras, no podría mantenerlos a todos. Soy mujer y no me veo obligada a quedarme con un hombre que me pega y me viola porque no tengo manera de trabajar y cuidar a mis hijos y solventar sus gastos para que tengan una vida digna.

Soy mujer, pero no corrí la suerte de Marina y Maria José que se encontraron la muerte mientras buscaban lugares nuevos, mientras querían ser libres. El miedo a la calle no es gratuito, el mundo vive enseñándonos lo que pasa cuando sales y vives, pero no debería ser algo normal, este miedo no debería ser una cárcel. Soy mujer y tengo miedo de vivir sin vivir, de existir encerrada en cuatro paredes sin conocer nada y de solo acatar reglas asfixiantes e injustas. Soy mujer y tengo miedo de que mi vida termine como las de Marina y Maria José cada vez que intento probar el mundo, cada vez que intento vivir.

Soy mujer y no soy Lucía, ni Marina, ni Gabriela. No soy Carmen ni Maria José, pero pude haberlo sido y todavía tengo el resto de mi vida para serlo. Porque lo que nos aterra de ser mujeres no son los casos aislados, ojalá lo fueran. Lo que nos aterra es que la violencia, para nosotras, es la regla.

Soy mujer y tengo miedo de caminar por la calle, sola o acompañada, a cualquier hora del día (y, adivinen, no es solo porque me puedan robar el celular). Tengo miedo de ponerme la ropa que me gusta porque me van a decir de todo en la calle y la verdad es que me hace sentir demasiado expuesta, demasiado vulnerable, como si en cualquier momento fueran a pasar de la palabra a la acción y a la violación. Tengo miedo de que el chico con el que salgo tenga tan metido en la cabeza que soy loca, que no sé lo que quiero, que soy una mamacita... que piense que mis "no"s son "sí"s y que puede hacer lo que quiera con mi cuerpo. Y no solo el chico con el que salgo, de repente puede ser el vecino, de repente puede ser un tío, un amigo de la familia, de repente es el taxista o el que camina por a calle. 

Soy mujer y estoy cansada de tener miedo. Estoy cansada de que nos juzguen y comenten sobre nuestros cuerpos y nos echen la culpa y nos peguen y nos violen y nos maten. Estoy cansada de no sentirnos seguras en ningún lado, ni en nuestras casas, colegios, en la calle, ¡hasta en el baño!

Soy mujer y me rehúso a que el miedo me impida vivir y experimentar y soñar y ser libre. No podemos vivir encerradas, ni seguir todas las reglas, ni asfixiarnos bajo el peso del miedo. No podemos seguir calladas cuando nos echan la culpa por lo que otras personas decidieron hacernos. "Eso le pasa por caminar sola por la calle, por no elegir bien a su esposo, por usar faldas tan cortas, por no cerrar bien la puerta". No podemos seguir muriendo porque piensan que somos desechables.

Soy mujer y no soy desechable. No soy indefensa. No soy un objeto esperando ser utilizado. No soy una cifra de abuso sexual. No soy tu mamacita. No soy un par de tetas. No soy un útero para gestar niños. No soy una bolsa de arena para golpear. No soy tu propiedad.

Somos mujeres y somos humanas y solo queremos vivir. ¿Es mucho pedir?

1 comentario:

M. dijo...

buenísimo, Lele