miércoles, 30 de marzo de 2011

Carta a Carbón.





Mas ¿no puedes, Señor, contra la muerte,
contra el límite, contra lo que acaba?
¡Ay, la llaga en color de ropa antigua,
cómo se entreabre y huele a miel quemada!


Fuiste un conejito lindo, chiquitito. No habrás tenido más de cuatro meses y tu curiosidad era imparable. Eras el primero al que iba a ver al regresar a la casa y el último del que me despedía al irme. Estaba tan emocionada. No sé qué hice mal.

Cuando regresé de la universidad ayer y no te acercaste cuando te llamé me preocupé. Luego vi toda la diarrea y tu carita cansada y supe que no estabas bien. Llamé corriendo a mi mamá y luego a la veterinaria para ver qué podíamos hacer y esperamos media hora. No porque haya tenido flojera de llevarte, te lo juro, porque me dijeron que el veterinario para tí llegaba a las 7 pm. Mi mamá llegó a las 6:30 pm, embalada, preocupada igual que yo. Te llevamos a la veterinaria sobre esa bateíta azul con unos trapos adentro, esperamos nuestro turno y llamaron tu nombre. El doctor no me gustó, te tomó la temperatura de una forma muy fea, te jaloneó y yo te tuve que coger. Ahí si te quedaste tranquilito, porque mamá te sostenía. Te pusieron una inyección, eso sí no lo pude ver. El doctor nos dijo que los conejitos son muy frágiles, que te teníamos que dar sulfa, bismutol y suero en gotero. Que te mantengamos caliente. Ahí le pregunté: "¿Cuándo va a estar mejor?" porque había obviado esa importantísima información. "Puede que en dos o tres días, puede que se muera", me dijo. Y en verdad creo que estuvo tan serio y tan vago porque sabía que no pasarías la noche, pero no me lo quería decir. Nos regresamos a la casa, preocupadísimos.

Cambié los trapos de la bateíta azul para hacerte una camita más cómoda. Prendí el calefactor y lo puse a tu lado. Te lavé con cuidado, sin que me importe ensuciarme en aquello que te estaba matando. Hubiera hecho cualquier cosa para salvarte. Te alojé en la bateíta para que estuvieras caliente, como dijo el doctor y te dí las medicinas que dijo que te dé. Ahí esperé y esperé, chequeando de tiempo en tiempo a ver si aún respirabas. Por alguna razón de vez en cuando te levantabas y te ibas a echar a algún otro lado del cuarto. Yo decía que era porque no querías morir en la bateíta, ¿fue así? Al final condicionamos tu jaula para que sea tu nuevo nido y te quedaste ahí. De tiempo en tiempo te daba más Gatorade, como dijo el doctor, y seguía chequeando si respirabas. A veces cambiabas de posición, te levantabas y te echabas en otra parte de la jaula. No sé por qué te echabas con la carita entre las rejas y de cara al calefactor, ¿por qué? Sentí que ya no te importaba nada. Así estuvimos desde las 9 pm hasta las 2 am.

Fue cuando vi que ya casi no respondías a mis cariños, cuando te caías para el lado, cuando tus ojos brillantes se veían vacíos y ausentes que supe que no ibas a sobrevivir. Igual te seguí cuidando, te seguí acariciando, te pedía que no te mueras. Ya parecías un muñeco de trapo, no respondías a nada pero tu corazón seguía latiendo. Entonces te cargué en brazos para darte más Gatorade, en un intento desesperado de salvarte. Ésta es, tal vez, la peor parte de la noche, ya casi a las 3 am. Cuando empezaron tus espasmos de agonizante, primero con ligeras vueltas en el cuello y luego ya se te doblaba todo el cuerpo, no pude más. Te intenté sostener pero no pude. Quería estar ahí para tí pero verte en ese estado era imposible. Te dejé en tu jaula y a pesar que no quise verlo, te sostuve con mi mano en esos últimos momentos. Me recordaste a mi hámster, cuando tenía nueve años, que murió no sé por qué pero tuvo esos espasmos horribles antes de morir. Fui a dónde mi mamá a decirle que tenías esos espasmos horribles. "Le empezaron los espasmos, ¡se va a morir!", le dije entre lágrimas amargas, amarguísimas. Me calmó vagamente y regresé dónde tú estabas, en tus últimas. Te cargué y te tuve en brazos, intenté sentir tu corazón. Pero ya no latía, por supuesto que no, ya habías muerto y no iba a poder salvarte. Lloré y lloré contigo en brazos mientras Dante me abrazaba. Si la vida fuera como una película de Disney, una de las muchas lágrimas mías que te cayeron te hubieran revivido. Pero la vida no es Disney y tú estás muerto.

Conseguimos una caja y la llenamos de viruta. Aquél ser tieso que levanté para ponerlo en la caja no eras tú, Carbón. Era un rezago vacío de lo que antes había sido tu instrumento para curiosear. Era sólo una máscara, un disfraz, a través del cual habías visitado el mundo. Puse tu cuerpo en la caja y la tapé. Y lloré, y lloré, y lloré. Lloré tanto que me sentí tonta por llorar, tanto que me sentí ridícula, tanto que quería parar y seguir mi vida como todo el mundo lo hace. Pero qué será que yo tengo, o tal vez sólo soy llorona, que lloré y lloré y sigo llorando siete horas después. Mi cara ya no parece la mía así como tu cuerpo ya no parecía el tuyo. Sigo llorando por las imágenes que recuerdo y escribo en un intento de poder liberarlas. Es que fue tan difícil, Carbón, verte morir. Fue tan difícil saber que eras mi mascota, que eras mi hijo, que eras mi responsabilidad y que moriste ayer de no sé qué, de una diarrea que te mató. Es tan difícil saber que tu cuerpo está dentro de una caja de zapatos de Nine West rellena de viruta y un animalito chiquitito, muerto, y que te vamos a enterrar en el jardín de Dante y que cuando termine con Dante seguirás en su jardín y él se preguntará qué haces ahí y yo me odiaré por no tener un jardín dónde enterrarte para que te pueda tener cerca siempre.

Es que la gente pensará que soy una melodramática, que nadie llora tanto por un conejo muerto, que me gasto por las puras. Es que no sé si entienden o no que creé este espacio enorme para llenarlo de tí pero no llegaste a rellenar ni la mitad de él. Ahora tengo un enorme espacio vacío y no sé qué hacer. ¿Qué hago con la bolsa enorme de viruta que compré para tu jaula que apenas usé un poquitito y está guardada en el clóset? ¿Qué hago con la bolsa de alfalfa que te acababa de comprar, de la que no llegaste a probar ni una hojita? ¿Qué hago con el sulfa, el Bismutol y el Gatorade que están ahí, encima de mi tocador, mirándome y recordándome que no pudieron salvarte? ¿Qué hago con las horas programadas para limpiar tu jaula? ¿Qué hago con tu jaula? ¿Y con tu bebedero y tu platito de comida? ¿Qué hago con todo lo que planeaba? ¿Con las lágrimas que lloro? ¿Con el espacio dentro de la tierra que ocupará tu caja?

Simplemente eras tan lindo y tan suave y tan activo y tan nervioso y tan tú que recordarte con los ojos vacíos y con espasmos me duele. Me duele y me da ganas de llorar y me quita el aire. Te has muerto, Carbón. ¿Dónde estarás? ¿Estarás? Cuando uno se enfrenta con la muerte surgen miles de preguntas que no quiero preguntarme. ¿Viviste bien? ¿Te cuidé bien? ¿Fuiste feliz? Me las pregunto igual. ¿Qué te mató? ¿Fueron las plantas de mi mamá? ¿El pesticida que les echó? ¿Una infección? Ya no estás y yo parezco una niñita de cinco años llorando. Parezco una niñita de nueve años llorando por su hámster muerto. Esperé diez años para  volver a tener una mascota y fuiste tú, Carbón, pero moriste muy pronto y yo me he quedado llorando y escribiendo como cuando tenía nueve. Eventualmente dejaré de llorar y seguiré con mi vida y serás un bonito recuerdo de mi pasado, pero por ahora no olvido tus ojitos vacíos y tus espasmos horribles y agonizantes. Ya no sé qué más decirte aunque tengo tanto qué decir. Pero lo que quiero decir son sentimientos que no tienen nombre, que no pueden ser descritos por palabras. ¡Cómo quise que todos te conocieran y ahora quiero que te desconozcan para no tener que decirles que has muerto! Tengo que desordenar todo lo que ordené por tí, mi vida se ajustó para que calzaras y ahora tengo que regresar todo a como era antes, pero, ¿cómo era?

Hay tantas preguntas que tengo y ni tú ni nadie más puede responderlas. Sólo me queda agradecerte por pasar por mi vida, por ser mi mascota y por luchar en esos últimos momentos. Espero que no te hayas sentido solo, porque intenté acompañarte a cada instante. Diculpa si te cuidé mal, si no tuve los medios para vigilarte mejor. Disculpa también por elejirte ese 14 de enero en el Pet Shop del Jockey porque sino nunca hubiéramos llegado a esto.Espero que, dentro de todo, algo bueno salga de esto aunque por ahora no se note. Todos te quisimos mucho, Carbón, no lo olvides.

4 comentarios:

M. dijo...

Oh Lele, me puse a llorar :(
Siento mucho lo que pasó, no estás exagerando y te aseguro que fuiste la mejor madre que un conejito ha podido tener, estas cosas pasan :(
En verdad lo siento...

RigelD dijo...

Enamorada hermosa, estoy seguro que Carbón fue un conejito muy feliz el tiempo que estuvo acá. Mejor cuidado de los que tuvo, imposible, ¿quién mejor que tú para cuidarlo? ¿quién hubiera hecho tanto como lo hiciste tú? ¿quién hubiera sido capaz de quererlo más?
Hiciste todo lo que te fue posible para cuidarlo y criarlo, lo demás ya estuvo fuera de tu alcance. Hay cosas que no se pueden prever, lo que le pasó fue muy mala suerte, no sabemos exactamente qué fue, pero estoy seguro que tú no tienes nada que ver en eso.
No te odies por nada Lelita hermosa, no te lo mereces. No te preocupes de que Carbón esté aquí en mi casa, pues siempre sabré que él fue tu mascota bonita, y aunque terminemos en algún momento (cosa que no quiero por nada del mundo), pues igual sabré que el buen Carbón está ahí, como feliz recuerdo tuyo, como recuerdo también de que él estuvo presente en muchos momentos felices que pasé contigo. No te odies porque no lo tienes en tu jardín, pues este siempre estará abierto para que siempre puedas visitar a Carbón cuando quieras.
Lo diste todo por él y a cada lágrima y mirada triste tuya se nota todo lo que lo quisiste. El dolor que sientes por su partida refleja que lo amaste tanto a tu mascota, eres buena Lelita hermosa, eres la mejor!!!
Carbón se fue y no podemos hacer nada con eso, pero podemos olvidar esos momentos feos y recordar al verdadero Carbón, a ese Carbón feliz, alegre y travieso que no se dejaba acariciar fácilmente y que corría por todas partes.
No te sientas culpable Lelita, no tienes la culpa de nada, más que de haberlo querido tanto, tanto, tanto.
Estate tranquila enamorada hermosa, para lo que quieras, así sea chiquito o grande, aunque yo sea muy o poco útil, absolutamente para lo que desees (tal como lo puse en el post anterior) me puedes decir, ya que siempre estaré disponible para ti en lo que sea.
TE AMO MUCHISISISISISISIMO LELITA HERMOSA, ENAMORADA PRECIOSA, BELLA, LINDA Y MUCHO MÁS!!! :♥)!!!



Dante, tu enamorado que se muere por ti y es tuyo :♥)!!!

Lele dijo...

Gracias ♥

Anónimo dijo...

comprate otro conejito y llenara ese vacio que dejo carbon,te dara mucha alegria y lo cuidaras mejor que nadie