jueves, 15 de abril de 2010

Te cuento mi Semana Santa

Al parecer estoy sumamente floja últimamente.Esta entrada la escribí el lunes después de Semana Santa y la guardé para terminar de escribirla el martes y publicarla. Como verán, entre la flojera y la universidad jamás la publiqué. Ahora solo la terminaré para publicarla de una vez. No me gusta "simplemente terminar" escritos, pero no quiero dejarlo en el aire. Aquí va:

La Semana Santa del año pasado la pasé haciendo el trabajo de Los cachorros y yendo de un lado al otro como una stray con mi ex. No recuerdo la anterior, o la anterior a esa. Probablemente la pasé en mi casa de playa haciendo nada, tomando sol, comiendo helados. Sin embargo, estoy segura que jamás olvidaré los cuatro días que conformaron mi Semana Santa 2010 pero, por si acaso, los escribire aquí.

Llegué al estadio a las ocho y media el miércoles tras comer una insípida hamburguesa del Burger King para darme cuenta que estaba en la escuela Turquesa sin Marina ni Mariana, pero con Dani. Luego encontré a Carlitos, quien se convirtió en mi nuevo mejor amigo, por lo menos por ese fin de semana. Cuando llegamos a Ventanilla debieron ser como las doce pero no podría decirlo con exactitud porque perdí la noción del tiempo al dormirme. Al llegar jugamos un juego según el cual yo podría describirme como:
Apodo: Lele
Edad: 17
Me gustan: El MORADO, los gays y TECHO.
Algo raro de mí: Colecciono boletos de micro. Están ordenados por empresa, color y tamaño.
Número de construcciones: 2.

El jueves nos despertamos para comenzar la descarga. Tonta yo, por alguna estúpida razón siempre pensé que jamás me tocaría una descarga, que nunca tendría que participar en la parte más tediosa de la construcción. No es por floja, pero en verdad no tengo tanta fuerza y más siento como si estorbara en mis intentos de colaborar. A pesar de eso hice lo posible por cargar: listones, vigas, ventanas; y, con ayuda, parrillas, calaminas, puertas o cualquier otra cosa con la cual pudiera ayudar. El sol ardía y la arena no hacía el trabajo más fácil. Dabas dos pasos y retrocedías uno en esas dunas empinadas. Bajar y subir paneles era un trabajo complicado mientras se iba haciendo de noche. Nos quedamos trabajando en la oscuridad para poder terminar la descarga y empezar con las casas al día siguiente.

El viernes nos ordenamos en cuadrillas y nos asignaron las familias. Mi cuadrilla fue increíble a pesar que no pudimos establecer un vínculo cercano con la señora Rosaura. Ese día estuvimos muy atrasados en relación con las otras cuadrillas porque nos costó algo de tiempo el convencer a la señora Rosaura de la mejor manera para poner la casa. Luego encontramos sacos enterrados en cada lugar donde debía ir un pilote. Así descubrimos las bromas de doble sentido de Julie, las canciones de Hans (Oh clavo, por que te doblas...) y la frase: "Saca el saco", la cual nombró a nuestra cuadrilla. Los demás ya habían terminado por lo menos las vigas del piso y nosotros apenas habíamos terminado con los pilotes, estábamos muy atrasados.

El sábado trabajamos más duro y más rápido y logramos estar a la par de los demás al final del día. A pesar de eso yo tuve una mañana dolorosa pues me martillé el dedo y me salió una ampolla, todo en menos de tres horas. O tal vez más porque estaba perdida en cuestión al tiempo-espacio y sentía que el tiempo pasaba demasiado rápido. En ese día pusimos las vigas del piso, las parrillas, el machimbrado, los paneles y las vigas laterales de techo. Además rellenamos el suelo debajo de las parrillas con piedras y arena para hacerlo más estable porque las parrillas no encajaban en horizontal. Definitivamente fue una chambaza, pero la hicimos bien. Al regresar al colegio fue el Bailetón, en el cual no participé porque me encontraba realmente cansada (y me daba roche, obvio), pero más tarde me uní al San Miguel más brutal de mi vida y me fui a dormir a las tres de la mañana.

El domingo solo quedaba terminar la casa. Pusimos la viga central del techo y me tuve que subir sobre los hombros de Hans para martillar las calaminas, me daba mucha pena porque de hecho no soy tan liviana. Las ventanas no encajaban muy bien y tuvimos que martillar y pasarle cepillo a la puerta para que encajara. La casa ya se veía casi terminada y la ilusión en los ojos de Rosaura se hacía clara. "La madera amarilla", como la llamaba Hans, de los paneles era imposible de clavar al suelo, pero lo logramos. Nos apuramos mucho al final pero la casa por fin estaba lista. Almorzamos corriendo e inauguramos la casa, apurados para llegar al tijeral. En realidad no teníamos por que correr porque no eramos los últimos pero bueno... Al llegar el ruido asustó a Luana que lloró toda la ceremonia y nadie me creía que ella era la bebé mas callada, tranquila y feliz que he conocido en toda mi vida. La ceremonia fue rápida, pero estuvimos todos. Al final solo nos quedó irnos con nuestra bandera turquesa ondenado en el viento, prometiendo regresar.

¿Qué puedo decir? Me divertí, conocí nuevas personas, ayudé a otras. Me rosticé, me raspé, me golpeé. Comí cosas ricas y... bueno, cosas no tan ricas (los fideos, ¡pero los agradesco igual!). Martillé, serruché, cargué. Me tropecé, caí y me volví a levantar. Conocí otro asentamiento humano y a sus habitantes quienes, al final, no son tan diferentes a nosotros, los habitantes de urbanizaciones, como pensamos. Conocimos sus miedos, sus historias y, lo más importante, sus sueños. Los ayudamos a acercarse más a ellos. No puedo decir que formamos una relación increíble con la familia pues eso sería mentirles. Sí nos quedamos hablando con Rosaura un buen rato el domingo pasado, cuando regresamos para la pollada y nos invitaron de la clásica Sabor de Oro. La verdad es que sí me da pena no haber tenido una buena conexión con la familia pero el hecho que dimos lo mejor para construir esa casa bajo el sol satisface mis expectativas sobre la construcción.

Mis dudas se hicieron realidad: ni Marina ni Mariana se encontraban en mi escuela, no podía subir mucho peso por el cerro, estaba hecha un asco al segundo día, no pude compenetrarme mucho con mi familia... Pero nada de eso impidió que disfrutara de la construcción ni que diera lo mejor de mí. Hice lo que pude y dí lo mejor de mí. Trabajé y ayudé a construir sueños.

Cuando pensé "¿qué voy a hacer esta Semana Santa?" semanas atrás no se me ocurrió nada más valorable y significativo que construir en Techo. No me arrepiento de mi elección.

4 comentarios:

Fräulein N. Phos Mousou dijo...

aaaaaah que bonitooo! De hecho debe ser una experiencia increible...
Me encanto como lo contaste, yyy pues, no se que decir. Supongo que este año me tocará ayudar e intentarlo! Espero no resultar ser un estorbo...

Lele dijo...

¡¡Es muy divertido, muy genial, muyy bonitoooo!! Inténtalo y da lo mejor de tí, ¡así nunca seras un estorbo!

Anónimo dijo...

Leleeeeee que boniiito :)

Ale Cisneros

Regen dijo...

Awww yo quiero :) suena demasiado increible leleee...aunque tengo las mismas inseguridades que tu al principio y que Noia X3 pero ya veremos