martes, 31 de julio de 2012

Una de la madrugada



Pudiste salir corriendo tras él, Laura. Pudiste alcanzarlo antes que tomara el taxi y regresara a casa. Pudiste decirle que no te importa, que aunque ya no es el chico más bueno del mundo, sigue siendo precioso para ti. Pudiste alcanzarlo y mirarlo a los ojos e insistirle que deje que los sentimientos fluyan. Pero te quedaste echada en esa cama desconocida, en ese cuarto cerrado, agobiada por el alcohol y las lágrimas que comenzaban a brotar desde el fondo mismo de la miseria de tu alma. Te quedaste ahí echada no solo porque sabías que no podrías convencerlo porque ha decidido cerrar su corazón como un búnker hermético, sino porque estás cansada de perseguirlo.

Te quedaste llorando sobre esa cama, sin mover un músculo, bajo el amparo ridículo de la luz tenue de la lámparita de la mesita de noche. Lloraste por vergüenza, porque en ese momento todo te pareció ridículo,  hasta tu existencia. Porque lo habías visto marcharse una vez más. Te quedaste llorando por la estupidez de seguir queriéndolo, porque piense que eres una puta, porque te importe aún lo que piense, porque le gritaste de nuevo la verdad en la cara y lo viste correr y cerrar la puerta de nuevo. Y luego seguiste llorando pensando que te dejó ahí, que cerró la puerta, que seguro recogió a su acompañante y se la llevó a otro lado a seguir tomando y quién sabe qué. Te inventaste mil historias en tu mente, mil maneras en las que pudo terminar la noche en brazos de mil otras chicas que no son tú.

Ay, Laura. Estuviste lo que parecieron horas echada sobre la cama, mirando el techo, llorando en silencio, sin mover un músculo, sintiéndote una extraña a todo el planeta. Solo estuviste ahí pensando, inventando historias, rompiendo ilusiones y volviéndolas a armar. ¿Para qué? ¿Para qué tanto sufrimiento? Ya lo perseguiste, ya lo lloraste, ¿qué más te queda? Si te cansaste de perseguirlo y te cansaste de buscarlo, ¿aún no te cansas de sufrir? ¿Aún no te cansas de amarlo?

Eventualmente te levantaste, ordenaste tu ropa, ordenaste tu pelo, ordenaste tu maquillaje, ordenaste tus sentimientos. Te inventaste una nueva ilusión para el próximo fin de semana, una nueva ilusión que se romperá cuando todo termine en desastre como ésta noche. Ordenaste todo, parecías presentable. Abriste la puerta de cuarto, apagaste la luz de la mesita, saliste y mentiste.

"Huevón, estoy demasiado borracha, me he quedado dormida  en el cuarto..."

Dos corazones lloraron esa noche y ninguno de los dos supo que estaba acompañado en su dolor.


Esto de escribir no me deja dormir.
La imagen es de aquí.

5 comentarios:

Fiorella Cox dijo...

me pasó :C

Anónimo dijo...

Lo intentaste, eso es lo que cuenta.
Recuerda que cualquier cosa es superable, incluso el fracaso; pero no una vida llena de arrepentimientos.
En algun momento podrás pensar las cosas más claramente y estar contenta contigo misma, al darte cuenta del hecho de haberlo intentado lo más que pudiste.

¡Animo!

Lele dijo...

No me pasó, pero si me hubiese pasado probablemente hubiera ocurrido como en mi post.
Laura y yo sabemos que damos todo lo que podemos, tanto en nuestra vida como en nuestros textos y en el blog ♥
Mil gracias por leerme y comentar! ♥

Maye Nazario dijo...

No puedo con tus entradas, eres increíble <3

Lele dijo...

Tú eres increíble, Maye! En serio!